Pregunta
Me gustaría saber qué riesgos hay al dejar de medicarse por decisión propia y las consecuencias que ello podría causar en el cuerpo.
Respuesta
Es cierto que se habla mucho sobre lo pernicioso que puede ser la automedicación por parte de las personas en general, pero no parece haber una idea clara de lo que puede suponer para un paciente abandonar una medicación concreta.
La respuesta desde un punto de vista práctico es en un primer momento sencilla: si se abandona una medicación por decisión propia, lógicamente se priva uno de los beneficios que dicha medicación estaba produciendo en el organismo respecto al control o curación de su enfermedad.
Esa respuesta es fácilmente deducible para cualquiera por mero sentido común. Sin embargo, usted me pregunta, no por algo tan obvio, sino por los efectos perjudiciales adicionales que pueden surgir a raíz de suspender un determinado tratamiento farmacológico. Pues bien, le puedo decir que en la mayoría de los fármacos este tipo de perjuicio afortunadamente no existe, aunque hay algunos medicamentos en los que sí puede darse, por varias razones.
Algunos fármacos pueden generar una acción de control sobre una determinada función biológica que puede exacerbarse cuando estos son suspendidos; esto ocurre con algunos medicamentos en los que existe el denominado 'efecto rebote' (algunos analgésicos, algunos relajantes musculares, algunos fármacos de efecto anticoagulante...) pero este fenómeno en realidad no es muy frecuente.
En otros fármacos lo que puede suceder es que el organismo se acostumbre, si no comience a depender, del organismo al efecto del medicamento, que haga que se agrave el problema de salud que venían controlando, cuando el tratamiento es interrumpido.
Esto puede suceder por ejemplo con algunos fármacos para el tratamiento de la angina de corazón, como los betabloqueantes o los calcioantagonistas, cuya suspensión ha de ser siempre progresiva y controlada por el riesgo de reaparición de crisis de dolor anginoso.
Otros buenos ejemplos de esto son los anticonvulsivantes (fármacos para controlar la epilepsia) o los fármacos psicológicos que generan adicción, como los ansiolíticos del grupo de las benzodiacepinas, cuya suspensión genera un cuadro de malestar por abstinencia, más importante de lo que muchos consideran.
Otro ejemplo muy típico de una suspensión peligrosa son los esteroides orales o inyectados, los cuales deben seguir siempre una pauta de descenso de dosis, progresiva y escalonada para evitar la aparición del síndrome de deprivación corticoide, que puede ser especialmente grave según el caso.
Existen más casos de efectos característicos perjudiciales por la suspensión de unos u otros fármacos. Por ejemplo, el acortamiento indebido de un tratamiento antibiótico a veces puede impedir la curación completa de la infección, favoreciendo la aparición de resistencias al antibiótico empleado en las bacterias supervivientes infectantes. Por ello es tan importante seguir los tratamientos antibióticos prescritos por el médico el número completo de días que por éste se indican.
De cualquier modo, el mejor conocimiento del grado de perjuicio que tiene la suspensión de un determinado tratamiento la tiene el médico por encima de todo, y es a él a quien debe acudir siempre que quiera consultar específicamente sobre algún fármaco en concreto.
Cordialmente,
Dr. Alfonso J. Santiago Marí.