Pregunta
Mi colesterol es 205.28 mg/dl, el HDL 61.86 mg/dl, y el LDL 140 mg/dl. Mi médico insiste con la dieta y yo la acato, pero no consigo bajar. No me receta medicación, pero mi madre tiene 64 años y padece colesterol alto, su organismo tiende a producir ‘del malo’. ¿Será necesario que tenga que medicarme toda la vida? Soy escéptica a tomar medicamentos. ¿Tengo alto riesgo de sufrir del corazón? ¿He de comenzar a medicarme, por prescripción medica por supuesto?
Respuesta
Lo primero que quiero dejarle claro es que la concentración de colesterol en sangre depende de varios factores pero, por lo general, el más importante de todos es el de la tasa de síntesis de dicha grasa por parte del hígado, no la dieta que tengamos.
Existe la idea muy extendida de que la hipercolesterolemia (colesterol elevado) se produce exclusivamente por culpa de nuestra alimentación y mucha gente piensa en dichos términos, estableciendo el razonamiento simple de que si tienen el colesterol alto es porque algo están haciendo mal con su alimentación, y que si tienen el colesterol bajo es que están llevando una alimentación adecuada, y nada más.
Eso no es cierto muchas veces, porque realmente no tenemos tanto poder como para decidir cuánto colesterol circula por nuestra sangre por la mera elaboración o manipulación de nuestra dieta. Podemos influir en favorecer el incremento o el descenso de colesterol en nuestra sangre hasta un cierto punto, dentro de una banda, pero es nuestro organismo el que acaba determinando qué nivel o banda de colesterol tenemos, y eso lo hace básicamente en función de nuestra carga genética, la cual hace que algunas personas sinteticen más colesterol del debido y otras no.
El colesterol es un componente vital en nuestro organismo, pues es necesario para sintetizar membranas celulares (las paredes de todas las células de nuestro cuerpo) y determinados elementos, como ciertas hormonas. Por ello necesitamos colesterol circulante, sin duda alguna, pero está demostrado que, cuando este colesterol supera unas cifras determinadas (colesterol total mayor de 220 mg/dL y LDL mayor de 160 mg/dL), existe mayor riesgo de padecer fenómenos trombóticos debido a que ese colesterol sobrante o excedente favorece la arteriosclerosis (formación de placas de ateroma en las arterias.)
La mayor parte del colesterol sanguíneo circula unido a unas proteínas denominadas lipoproteinas. Las más conocidas e importantes son las LDL y HDL. Las LDL son lipoproteínas que salen del hígado hacia la circulación, cargadas de colesterol con objeto de irlo donando a los tejidos; pero al hacer esto, cuando son demasiadas, favorecen la suelta inconveniente de colesterol en el torrente sanguíneo y con ello el depósito en las paredes de las arterias. Por eso se las suele llamar coloquialmente el 'colesterol malo'.
Las HDL, sin embargo, son lipoproteínas que captan el colesterol disperso por la sangre (en actitud 'barrendera') y lo ingresan en el hígado. Esa actitud de limpieza de colesterol las hace beneficiosas y con un efecto claramente anti-arteriosclerosis por lo que se las suele llamar 'colesterol bueno'. Sabiendo esto, entenderá que lo ideal es tener un nivel lo más controlado posible de colesterol LDL ('colesterol malo') y un nivel suficientemente alto de colesterol HDL ('colesterol bueno').
Cuando un médico encuentra en un análisis un colesterol total elevado (superior a 220 mg/dL) y al hacer un análisis denominado 'de colesterol fraccionado' (en el que se ven por separadao el LDL y el HDL) comprueba que existe un LDL superior a 160 mg/dL y un HDL inferior a 40 mg/dL suele recomendar al paciente que intente mejorar su dieta durante los siguientes 6 meses, reduciendo el consumo de grasas animales e incrementado el de grasas vegetales, pescados azules, frutas y verduras, con objeto de aprovechar el margen que ofrece la mejora de la alimentación y comprobar así si los niveles de colesterol se han normalizado.
Esto debe hacerse casi siempre debido a que hay personas que tienen hipercolesterolemia por seguir una mala dieta. En este tipo de personas es muy rentable adoptar esta actitud de mejora de la alimentación porque es una causa muy determinante del exceso de colesterol.
Sin embargo lo cierto es que en muchas personas esto no es así, pues ya observan una alimentación muy saludable y sin embargo tienen hipercolesterolemia. En estas personas, la causa del exceso de colesterol es totalmente metabólica (excesiva síntesis hepática por causa genética) y no tiene sentido perder el tiempo aspirando a mejorar las cosas con medidas dietéticas actuando sobre una alimentación que ya es muy correcta.
En este tipo de pacientes, que son muy numerosos, no queda más remedio que recurrir desde un primer momento a tratamientos farmacológicos, que son muy eficaces por lo general y que suelen conseguir sin mayor problema un adecuado control de las cifras de colesterol.
En su caso concreto no parece tener cifras de colesterol que, sin más datos, hagan imperativo someterla a tratamiento farmácológico, si bien es cierto que las cifras de colesterol han de ser valoradas con mayor exigencia cuanto más joven es el paciente y que el tratamiento de la hipercolesterolemia ha de ser más decidido cuanta menos edad tiene el paciente. Esto se debe a que cuanto más joven es, tanto más rentable resulta prevenir los perjuicios, a décadas vista, de la arteriosclerosis.
Por otro lado, no nos comenta si padece diabetes, hipertensión, u otros factores de riesgo cardiovascular. En caso de padecer alguno de estos factores de riesgo sí que estaría indicado intentar reducir su colesterol por vía farmacológica, ya que cada vez más se defiende la idea de que es beneficioso disminuir la tasa de colesterol a los pacientes de mayor riesgo, incluso aunque su nivel sea estadísticamente normal.
Cordialmente,
Dr. Alfonso J. Santiago Marí.