Vida urbana, vida de estrés

El estrés

El concepto de estrés (del inglés stress, tensión) psicológico, que se acuñó en los años treinta y sobre el que se han realizado numerosos estudios, se podría definir como el estado del organismo que intenta compensar el daño que pueden provocarle determinados factores agresores de muy diversa índole.

El estilo de vida que lleva el hombre de ciudad es bien diferente al del hombre rural.

Las personas en general nos hallamos sometidas al estrés cuando el grado de exigencias que nos demanda el medio en el que nos encontramos sobrepasa a nuestra capacidad de control, lo que puede conducirnos a tener un funcionamiento anómalo, irregular y desorganizado. Por decirlo de un modo más sencillo, el estrés psicológico surge cuando nos encontramos ante circunstancias de exigencia que nos provocan ansiedad y que nos obligan por ello a reaccionar de un modo rápido y decidido para solucionar los problemas, consiguiendo aliviar así dicha ansiedad.

La vivencia de estrés

Son muchos los factores que van a determinar una vivencia distinta del estrés. La edad, el sexo, la raza, la ocupación laboral, el temperamento personal o factores educacionales y familiares van a establecer la base de una realidad diferente y una respuesta variable ante el estrés. Las armas de que dispone cada persona para combatir esta situación son muy diferentes de unos a otros y se ponen en juego según la capacidad de la propia persona para defenderse de las agresiones. Esto conlleva que un factor claramente estresante para una persona puede no serlo para otra y que existan individuos con una tendencia excesiva al estrés, a pesar incluso de no tener motivos destacados para ello.

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Respecto al sexo, por ejemplo, diversos estudios realizados en grupos de hombres y mujeres han intentado encontrar diferencias en la manera de comportarse o defenderse ante el estrés. Las conclusiones de tales estudios, en su mayor parte, suelen no encontrar grandes diferencias entre los sexos. En otros estudios en los que se han tenido en cuenta otras variables como la situación socio-económica, la raza, las responsabilidades profesionales o el tipo de personalidad, las diferencias encontradas sí han sido significativas en la mayoría de los casos.

Muchos expertos aseguran que el estrés no tiene por qué ser un fenómeno negativo y que por tanto, un cierto nivel de estrés en la persona puede favorecer una respuesta más ágil y rápida ante los problemas que se le puedan plantear. Sin embargo, la rapidez y la agilidad no tienen por qué ser cualidades parejas a la eficacia; muchos otros expertos asumen como algo bien demostrado que la ansiedad crónica puede perjudicar a medio y largo plazo la salud y que no es verdad que en un medio confortable y libre de estrés no sea posible obtener un alto nivel de rendimiento personal o laboral.

Ya sea para bien o para mal lo cierto es que el estrés psicológico, cuando somos capaces de controlarlo adecuadamente, nos hace estar más alerta y más dispuestos a actuar (como un estudiante ante un examen inminente, por ejemplo) pero también nos agota física y psicológicamente en caso de establecerse de manera crónica como una manera habitual de funcionar en el día a día.

La manera en que el estrés puede producir un daño puede también venir dada por el sobre-estrés, denominando así a un exceso de estrés tan notable que acaba sumiendo a la persona en un cuadro de intensa ansiedad que ha consumido todos sus recursos defensivos y que deteriora gravemente su bienestar personal.

Los posibles efectos perjudiciales del estrés psicológico son variados y se pueden resumir en los siguientes: alteraciones gástricas (úlcera gastroduodenal, gastritis, etc.), arritmias cardiacas, insomnio, disfunciones sexuales, fatiga crónica, depresión, hipertensión arterial, etc. Se ha llegado a proponer incluso una relación significativa entre el estrés y enfermedades graves como los trastornos cardiovasculares o el cáncer.

El estrés provocado por el medio

Los factores provocadores de estrés pueden provenir de los diferentes medios en los que desarrollamos nuestra vida, que son básicamente tres, el familiar, el laboral y el medio exterior.

Medio familiar

El medio familiar puede ser una fuente generadora de estrés importante, sobre todo para la persona que ostenta la responsabilidad de ser cabeza de familia, pues las demandas del hogar y los problemas de los diferentes miembros de la familia pueden ser numerosos o graves en ocasiones, y la capacidad o mecanismos para afrontarlos pueden encontrarse limitados.

La forma en que se establecen los lazos familiares y el grado de exigencias de los componentes del grupo familiar con respecto a sus respectivos miembros va a ser un determinante de primer orden del estrés potencialmente generable.

Medio laboral

El medio laboral, entendido como el medio en donde se ejerce la actividad profesional o escolar, es también fuente inagotable de estrés y ha ocupado el empeño de numerosos estudios que intentan comprender las causas determinantes del mismo. Sin embargo toda esta actividad investigadora ha perseguido más, en muchas ocasiones, profundizar en el conocimiento de las claves para el incremento del esfuerzo o rendimiento laboral que la búsqueda y comprensión de las circunstancias que mejoran el bienestar y la salud de las personas que realizan una tarea profesional.

Medio exterior

El medio exterior es también un ámbito de extrema importancia como fuente generadora de estrés. Dentro de este medio podemos distinguir principalmente los medios urbano y rural.

La vida urbana, fuente generadora de estrés

La ciudad es un medio plagado de factores estresantes. Determinados estudios científicos, que han explorado el grado de estrés de las personas que residen en un medio urbano en comparación con las de un medio rural, han encontrado claras evidencias de una mayor presencia de este problema en el hombre de la ciudad. Las claves de esta diferencia bien podrían residir en la multitud de agentes estresantes asociados a la vida en la urbe. De ellos podríamos hacer una clasificación dentro de los siguientes apartados:

Agentes contaminantes

La contaminación atmosférica, pero más aún la acústica, tan propias de la ciudades, determinan un ambiente claramente hostil para la vida cotidiana que va a condicionar una manera restrictiva e inadecuada de relacionarse con el medio.

Modus vivendi urbano

El estilo de vida que lleva el hombre de ciudad es bien diferente al del hombre rural. En la ciudad las distancias son mayores y los medios de transporte se hallan generalmente abarrotados, lo que añade un plus de ansiedad a la tarea de cumplir con los compromisos para los cuales es necesario desplazarse. Además, para aquellas personas que eligen el vehículo privado como medio de transporte, el riesgo de estrés se dispara por las desagradables experiencias y factores incrementadores de ansiedad asociados de modo inevitable al tráfico rodado de las ciudades (embotellamientos, conducción irrespetuosa o imprudente por parte de otros conductores, posibilidad de herir a peatones, posibilidad de salir herido en un accidente, etc.)

A todo ello se le suma también el menor tiempo de ocio por la exigencia de tener que dedicarle mayor tiempo al transporte, con un menor empleo de tiempo para realizar actividades vitales como alimentarse adecuadamente, relajarse o disfrutar de modo pleno de las relaciones personales.

Por otro lado, la convivencia en las ciudades es más discreta y anónima y, paradójicamente, no permite reductos adecuados de intimidad o calma tan necesarios para el conveniente descanso.

Además la vida urbana, en la mayoría de las ocasiones, no sirve precisamente como sustrato ideal para el fomento de las relaciones vecinales, amistosas e incluso familiares, lo que es tan necesario para llevar día a día una vida más feliz.

Medio laboral urbano

Es diferente el estrés laboral de un hombre de ciudad que el de un hombre de campo. Por supuesto que un agricultor va a tener, en circunstancias como la climatología u otras relacionadas con el éxito de su labor de cultivo, una fuente de estrés considerable, pero lo cierto es que el medio urbano condiciona ambientes de trabajo en los que puede ser más complicado mantener el equilibrio justo entre lo que se puede sacrificar o no de la vida personal y lo que se puede conceder en favor de los intereses empresariales a los que se debe lealtad.

Muy probablemente el medio laboral urbano favorece el desarrollo de un excesivo sentido de la responsabilidad que puede hacer padecer a las personas un ritmo de frenética actividad con un nivel de exigencias demasiado superior al que sería razonable exigirles. Esto, en el medio rural no suele suceder.

Temor al daño provocado por otros

La inseguridad ciudadana es un factor estresante de primera magnitud. Gran parte del estrés que sufren las personas del medio urbano se debe a este importante problema.

Desde la prehistoria ha sido la amenaza continua de la vida lo que ha constituido la principal preocupación del hombre, y ese factor estresante no ha dejado de estar presente a lo largo de la historia en ningún momento. Actualmente, en el mundo desarrollado, este estrés de supervivencia suele aparecer tan sólo cuando surgen las enfermedades. Sin embargo, por desgracia, actualmente empieza a cobrar cada vez más fuerza a causa de la delincuencia, los conflictos bélicos o el terrorismo. Al hilo de esto, precisamente se han llevado a cabo estudios de seguimiento en ciudadanos norteamericanos que intentaban evaluar las secuelas psicológicas causadas por los terribles ataques terroristas contra las Torres Gemelas de Nueva York, llegando a la sorprendente conclusión de que existe un aumento de la incidencia de estrés postraumático relacionado con este evento incluso en zonas del país muy alejadas de donde ocurrieron los atentados.

Modos de enfrentarse al estrés

Evidentemente, para muchas personas, determinadas soluciones como el cambiar de actividad profesional, o de residencia, de la ciudad al campo, no son viables en su plan de vida pero dentro de lo que constituye el marco cotidiano de cada uno, es posible recurrir a algunos consejos que puedan reducir nuestro estrés o al menos minimizar sus efectos nocivos sobre nuestro estado psicofísico. He aquí algunos de ellos:

Anticipación de los problemas

El saber qué es lo que se nos avecina y preparar las armas necesarias para hacerle frente nos puede hacer estar mejor preparados para combatir el estrés cuando éste se produzca.

Visualización positiva

Imaginarse a uno mismo en el momento siguiente al de la resolución de un problema o verse a uno mismo venciendo sin problema una previsible adversidad futura.

Desvalorización

Restarle importancia a los problemas o adoptar el enfoque que permita la visión más benigna posible de los mismos.

Relajación

Existen técnicas que nos permiten llevar a cabo una profunda relajación física y mental, así como ciertas disciplinas de búsqueda de la serenidad interior (yoga, meditación, Tai-chi, etc.). Son del todo aconsejables para las personas que no saben cómo detener su desenfrenado ritmo de vida.

Análisis y racionalización positiva

Se trata de buscar los mecanismos que nos permitan ver los problemas con objetividad, analizando con cierta distancia sus aspectos esenciales y el mejor modo de afrontarlos, asumiendo en ello las limitaciones propias de uno mismo y confiando al máximo posible en nuestra adecuada capacidad para resolverlos.

Otros consejos de interés

Buscar una cierta regularidad en el ejercicio de las tareas diarias, buscar la mayor información sobre aquello que nos afecte para disminuir en lo posible la ansiedad derivada de la incertidumbre, organizar claramente un orden de prioridades tanto en objetivos como en actividades que se han de llevar a cabo, saber delegar cuando sea preciso, aprender a decir “no” a aquellos compromisos que sabemos que no podemos cumplir, avanzar siempre en nuestras obligaciones adelantando todo aquello que podamos resolver de modo más inmediato o sencillo, realizar ejercicio físico regular, etc.

La vida del hombre urbano es, desgraciadamente, una vida de estrés, pero disponemos de un margen más amplio de lo que pensamos para modificar muchas de las circunstancias que lo generan. La planificación de un estilo de vida saludable ha de perseguir como uno de sus objetivos básicos la reducción notable del estrés en la vida de las personas.

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