Difteria

¿Qué es la difteria?

La difteria es una enfermedad infecciosa aguda, es decir que aparece de repente, producida por una bacteria específica: Corinebacterium difteriae.

Existe una vacuna eficaz y segura, inlcuida en el calendario de vacunación infantil en España.

La bacteria se multiplica en la zona alta del aparato respiratorio, faringe y laringe, donde produce inflamación y una especie de membranas que se adhieren a la mucosa, pudiendo dificultar la respiración e incluso producir asfixia. Además, a veces la bacteria produce una proteína tóxica (toxina diftérica) que se absorbe a través de la mucosa, es transportada por la sangre y puede dañar al corazón y al sistema nervioso.

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En el pasado, la difteria era una enfermedad muy temida porque daba lugar a epidemias que afectaban fundamentalmente a niños pequeños, produciendo una mortalidad muy elevada. De hecho, era una de las primeras causas de mortalidad infantil en las primeras décadas del siglo XX.

En la actualidad, en los países occidentales la difteria es una enfermedad muy rara, debido a los programas de vacunación obligatoria y a la mejora de las condiciones higiénicas. En los países avanzados, la enfermedad se asocia al hacinamiento, pobreza y falta de higiene de grupos de población marginales no incluidos en los programas de inmunización.

También se pueden producir casos tras viajes a zonas donde la enfermedad sigue siendo frecuente, como los países subdesarrollados de Asia y África (donde no existen esos programas de vacunación) o donde la enfermedad ha rebrotado al relajarse las medidas de control. Esto ha sucedido a principios de los años noventa en los nuevos estados que surgieron tras la desaparición de la antigua Unión Soviética.

En España la difteria se considera una enfermedad erradicada y en el registro de enfermedades de Declaración Obligatoria no se describe ningún caso, ni auctóctono ni importado en los últimos cinco años.

¿Cómo se contagia?

La difteria se transmite principalmente por vía respiratoria. Los seres humanos somos el "reservorio" del Corinebacterium difteriae, es decir la única fuente conocida a partir de la que la bacteria se disemina. El germen vive en la garganta y fosas nasales de personas sin enfermedad, (a los que se llama portadores) y de enfermos con difteria. Cuando estas personas hablan, tosen o estornudan, se producen gotas microscópicas de secreciones respiratorias donde la bacteria puede vivir durante semanas. Otras personas que estén próximas pueden respirar estas gotitas y contagiarse.

¿Por qué se produce?

La bacteria sólo afecta a las capas más superficiales de la mucosa respiratoria, produciendo una ligera inflamación, pero el gran problema está en que algunas cepas son capaces de producir y segregar la toxina diftérica, un potentísimo veneno, del que son suficientes unas millonésimas de gramo para matar a un animal susceptible.

La toxina puede afectar a cualquier tipo de célula de nuestro organismo pero sobre todo actúa en la zona del aparato respiratorio, donde la bacteria se multiplica. Esto produce una gran inflamación y una especie de membranas grisáceas o pardas formadas por tejidos muertos que pueden ahogar a la persona. Parte de la toxina se disemina por el organismo produciendo graves lesiones en el músculo del corazón, los nervios y el riñón.

¿Qué síntomas tiene?

El periodo de incubación, es decir el tiempo que transcurre entre el contagio y los primeros síntomas de la enfermedad suele estar entre 2 y 5 días.

La presentación clásica de la enfermedad se caracterizaba por afectar predominantemente a niños menores de diez años y sobre todo entre dos y seis años, pero en los últimos brotes ha quedado claro que también muchos adultos pueden verse afectados.

Lo más característico de la difteria son los daños que provoca en el aparato respiratorio con la formación de las gruesas membranas grisáceas que están firmemente adheridas a la mucosa y que sangran si se tratan de arrancar. La zona más frecuentemente afectada es la garganta y parte posterior de la boca (amígdalas, pilares y velo del paladar y campanilla), pero también puede verse afectada la zona nasal y la laringe. Todo ello da lugar a dolor de garganta, molestias al tragar, tos, ronquera y ruidos con dificultad para respirar. A veces aparecen ganglios con hinchazón en el cuello.

También puede existir afectación general con fiebre y malestar. Cuando se daña el corazón se pueden producir palpitaciones y fatiga y cuando lo hacen los nervios pueden aparecer parálisis musculares con dificultades para caminar, mover los ojos o hablar.

En los peores casos el enfermo fallece por asfixia, por parada del corazón o por imposibilidad de respirar por parálisis de los músculos respiratorios. En los países pobres pueden llegar a morir hasta la mitad de los casos graves, pero si se dispone de medios de tratamiento el porcentaje de fallecimientos está entre el 5-10%.

En los países tropicales la difteria se comporta de forma ligeramente diferente. Afecta más a la piel, (dando heridas con membranas grises), que al aparato respiratorio y tiende a dar menor afectación cardiaca y de sistema nervioso que la forma clásica de los países templados, porque suelen ser cepas no productoras de toxina. Algunos de los casos importados pueden ser similares a los descritos en el trópico.

¿Cómo se diagnostica?

En nuestro país, la difteria es una enfermedad erradicada y su reaparición sería excepcional. Por el contrario, existen muchos otros virus y bacterias muy frecuentes en nuestro país, que son los responsables de la inmensa mayoría de las infecciones respiratorias y de garganta que se producen.

Lo fundamental para diagnosticar una difteria es sospecharla ante la presencia de las "membranas". Aunque en muchas infecciones de las amígdalas y la faringe hay formación de exudados (lo que se suele llamar "placas") cuando estos son extensos, o afectan al velo del paladar y la campanilla, hay que pensar en la posibilidad de difteria. La presencia de dificultad respiratoria, de gran hinchazón del cuello o de secreciones nasales sanguinolentas en un paciente con faringitis y membranas también debería hacer pensar en esta posibilidad.

En general, el peligro para la vida es mayor en los casos en que hay mucha inflamación de la faringe y laringe con formación de membranas.

Dada la rareza de la enfermedad y su potencial gravedad, los pacientes que se sospecha infectados de difteria se deben remitir a un centro hospitalario para su diagnóstico y tratamiento.

El diagnóstico se confirma con la visualización de la bacteria al microscopio o su cultivo en el laboratorio.

¿Cómo se trata?

Si se sospecha que una persona padece difteria, el tratamiento debe ser iniciado lo antes posible, incluso antes de que se haya confirmado el diagnóstico, porque el tratamiento precoz disminuye la mortalidad. La terapia ha de ser realizada con el enfermo ingresado en el hospital.

Puesto que los problemas fundamentales de esta enfermedad son causados por la toxina diftérica, la base del tratamiento es neutralizarla con antitoxina. La antitoxina diftérica se obtiene vacunando repetidamente a caballos contra la difteria, esperando a que produzcan grandes cantidades de anticuerpos (defensas contra la enfermedad) y extrayéndoles posteriormente suero, rico en estos anticuerpos. La antitoxina se administra por vía intravenosa y puede ocasionar reacciones alérgicas graves.

Los antibióticos se usan para eliminar la bacteria de la mucosa respiratoria y evitar que se contagien otras personas. Se suele emplear penicilina o eritromicina.

Es importante un aislamiento estricto de los pacientes para prevenir el contagio a otras personas y una vigilancia y tratamiento de complicaciones tanto respiratorias como cardiacas. Algunos enfermos requieren ingreso en UVI para intubación, respiración artificial y soporte cardio-circulatorio.

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¿Qué debe hacer si cree que ha contraído la difteria?

Debe ponerse en contacto con su médico o con el hospital más próximo.

¿Qué se puede hacer para prevenir la difteria?

La enfermedad puede prevenirse mediante una correcta inmunización administrando una vacuna. La vacunación se realiza administrando un toxoide o toxina inactivada, que no produce daños en las células humanas pero que da lugar a la producción de anticuerpos que son capaces de neutralizar la toxina diftérica y prevenir el desarrollo de la enfermedad. Además, si la mayoría de la población está inmunizada, suele disminuir el número de portadores asintomáticos con lo que incluso los no inmunizados están menos expuestos a un contagio.

En España el calendario de vacunaciones recomendado por el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud (13/01/2003) incluye la administración de la vacuna contra la difteria en las siguientes edades:

  • 2 meses (Difteria, Tétanos y Tosferina) (DTP)
  • 4 meses (Difteria, Tétanos y Tosferina) (DTP)
  • 6 meses (Difteria, Tétanos y Tosferina) (DTP)
  • En los 15 y 18 meses (Difteria, Tétanos y Tosferina) (DTP)
  • Entre los 4 y 6 años (Difteria, Tétanos y Tosferina acelular) (DTPa)
  • 14 años (Difteria y Tétanos) (DT).

Este calendario se cumple mayoritariamente. En 1999 el 95% de los niños de dos años estaba correctamente vacunados frente a la difteria. Sin embargo, al igual de lo que sucede con el tétanos, no se suele seguir la recomendación de administrar dosis de recuerdo a los adultos cada 10 años, por lo que sería conveniente administrar una dosis de vacuna en caso de viajar al extranjero a una región en la que pueda existir riesgo de adquirir la enfermedad.

Las personas que han estado en contacto con enfermos de difteria deben recibir una dosis de recuerdo de la vacuna, salvo que la hayan recibido en los últimos cinco años, y someterse a un estrecho control médico durante la semana siguiente a la exposición.

¿Cuál es la evolución probable de la enfermedad?

En general si la enfermedad no se trata o se trata tarde, el riesgo de muerte es elevado pero si se hace a tiempo, la enfermedad se cura.

Pueden quedar secuelas en forma de parálisis por lesión del sistema nervioso o trastornos en la función del corazón que requieren medicación continuada.

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