Por si las preocupaciones de toda índole de la vida moderna: las económicas, las laborales, las sociales, las familiares… Por si todas ellas fueran poco, nos hemos abrazado a un dispositivo que nos mantiene conectados las 24 horas del día, 7 días a la semana. Y no es fácil desconectar –es decir, es imposible desconectar– si mantenemos el móvil encendido.

Nos mantiene conectados las 24 horas...
Comprobar el móvil es adictivo. Las noticias, mensajes, correos electrónicos… constituyen una avalancha de dopamina que impide que en ningún momento seamos capaces de relajarnos por completo.
No debe sorprender a nadie que el uso excesivo de los smartphones influye directamente en las tendencias a la ansiedad de cada uno. Pero sí resulta nuevo conocer todas las formas en que el móvil “invade” a diario la salud mental, y son varias. Y preocupantes. A continuación exponemos las 5 más importantes.
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1. Permitimos que afecte al sueño
Un sueño de mala calidad es un síntoma habitual de ansiedad. Pero muchos de nosotros usamos el móvil como despertador, lo cual supone tenerlo en la mesilla, al alcance de la mano… y tenerlo conectado. Es extremadamente tentador echarle una última ojeada antes de apagar la luz, y será, también, lo primero que hagamos al encenderla, por la mañana.
¿Es bueno acabar el día verificando si hay algún correo de índole laboral, o empezarlo con la última ocurrencia de un bloguero? ¿O comprobando si nuestro último selfie ha generado comentarios de algún tipo o..? La lista es interminable.
No, no es mentalmente sano. Cómprese un despertador y deje el móvil en el cuarto de estar. Le cambiará la vida.
2. Supone cierta contaminación acústica
¿Su teléfono emite un “bip”, o una vibración, cada vez que entra un SMS, alguien da un “me gusta” en Facebook o Instagram y así con todas las entradas? Pues puede ser llegado el momento de silenciar las alertas. Dejarán de acosarle con ese exceso de información, ese excesivo número de avisos.
Ese interminable flujo de actualizaciones puede agotar a cualquiera en algún momento. Es conocido que las personas que tienen ansiedad son especialmente sensibles al ruido, lo que añade un factor más para incrementarla y empeorar los síntomas.
3. Dependemos demasiado de él
A lo mejor ni siquiera recuerda la última vez que desplegó un mapa, o reservó un vuelo o incluso pidió una pizza sin usar el móvil. Mucha gente se echa a reír de sólo pensar en llamar a Renfe para reservar un billete.

El uso adictivo del móvil puede ir en detrimento de las obligaciones
Las posibilidades –las ventajas– que nos brinda el móvil son indiscutibles, pero la realidad es que el móvil está minando nuestra propia independencia, poniéndonos nerviosos cuando la batería se está agotando o provocando una sensación de vulnerabilidad cuando no lo tenemos a mano. De hecho, una reciente investigación llevada a cabo por la Academia Húngara de Ciencias muestra que muchos jóvenes tienen significativos niveles de estrés, comparables al estrés post-traumático, cuando están separados de sus móviles.
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4. Nos evade de la realidad
Un estudio de la Universidad de Illinois revela que los estudiantes que usaban sus móviles como una manera de evadirse tienen más dificultades mentales, incluyendo depresión y ansiedad, en comparación con los que los usan sólo para paliar el aburrimiento.
Es fundamental responderse al porqué de conectarse y conviene que dedique un minuto a pensarlo. ¿Está comparándose con terceras personas? ¿Está tratando de soslayar problemas que debería afrontar? Cuanto más se pregunte las razones, antes aclarará la conexión con su ansiedad.
5. Nunca lo apagamos
Se estima que la media de consultas diarias el móvil es de 28 (o sea, más de 10.000 al año). Y es importante romper siquiera eventualmente esta rutina. ¿Cómo? Valga aquí la expresión inglesa: out of sight, out of mind, o sea, no lo vea y se olvidará de él. Déjelo en la habitación contigua o métalo bajo los almohadones del sofá. Tendrá menos probabilidades de usarlo.
¿Un paso más allá? Varios estudios aseveran que salir por completo de Facebook durante una semana nos hace más felices. Aplicar este principio a toda nuestra vida “digital” podría tener un impacto positivo real en nuestra salud mental.
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