
"No le estoy juzgando en absoluto; ni lo más mínimo"
Concibo la medicina general, o de familia, como una asociación entre mis pacientes y yo. El respetarnos mutuamente y compartir la toma de decisiones son dos de las claves. Afortunadamente, cada vez quedan más lejos aquellos días en que el médico decía al paciente qué tenía que hacer y éste obedecía sumisamente. Pero esa asociación requiere que ambos tengamos la información que permite tomar las decisiones adecuadas.
Aquí están las cinco cosas que me gustaría que mis pacientes supieran.
1. Los medicamentos no siempre son la solución.
La medicina puede parecer a veces un taller de reparaciones exprés: píldoras para el colesterol, para dormir o anti-depresivas. Pero a veces la vía “sin-pastillas” es más segura, más efectiva y mejor para usted a largo plazo. Muchas dolencias pueden y deben tratarse sin fármacos, y sí mediante cambios en el estilo de vida; pero esto es difícil de hacer comprender.

Hay un error conceptual, muy extendido, según el cual los medicamentos tienen que ser más efectivos que algo tan trivial como caminar más, o unas sesiones de psicoterapia. Pero los BUENOS protocolos de tratamiento de algunas enfermedades comienzan con cosas como andar a diario, adelgazar, comer más sano y seguir algo de psicoterapia, antes de pasar a la medicación. Hay mucho que ganar: casi todos los pacientes se sienten mejor cuando ven que pueden controlar sus dolencias, evitando los efectos secundarios de la medicación, además del gasto. Siempre merece la pena intentarlo.
2. Los médicos nunca le juzgamos
Yo diría que los médicos juzgamos a las personas mucho menos que cualquier otra persona. No creemos que los fumadores son gente que enferman por su propia culpa; vemos a un fumador como alguien que fuma por problemas de estrés, o por tantas otras circunstancias de la vida. Pero -lo más importante- vemos a alguien que necesita ayuda. Como médicos de familia, vemos al paciente y sus circunstancias como un todo; y resulta muy difícil juzgarle y aún más condenarle.
Y además, qué demonios, no estamos ahí para eso. Estamos para animarle a dar el siguiente paso y proporcionarle la ayuda que a lo mejor no ha tenido hasta ahora. Vemos en la consulta tantos casos, historias y modos de vida que muy raras veces nos va a chocar o desconcertar lo que el paciente podría creer que es especial. Preguntamos a nuestros pacientes sobre su vida sexual, problemas de dinero, de relaciones, tabaquismo u otras drogas, ¡hasta posibles actividades ilegales..! y es parte del historial, no es algo para estigmatizarlos.
3. No siempre hay un diagnóstico
Es extraño, pero cierto. La medicina no es en realidad una ciencia exacta, sino quizá una forma de arte. Algunas veces una serie de síntomas conducen directamente a un diagnóstico que se puede confirmar por las pruebas pertinentes. Pero muchas otras, simplemente no corresponden a algo concreto. Es duro para el paciente, vivir en la incertidumbre de lo que tienen, como también lo es para nosotros no poder encontrar la respuesta.
Puede ser difícil de aceptar, el que la ciencia no tenga respuesta para todo. Esta creencia puede abocar en extensivas búsquedas e investigaciones que con frecuencia no llegan a ningún sitio, con los consiguientes estrés y frustración. Cuando no parece haber respuesta, la mejor manera de actuar es trabajar juntos para asegurarnos de que todos los posibles factores han sido considerados y tomar las decisiones adecuadas para controlar los síntomas.

4. Los síntomas físicos pueden tener causas psicológicas
Sus síntomas pueden no deberse a problemas físicos, lo que NO quiere decir que no estén ahí realmente. Pero no todos los síntomas físicos tienen una causa física. Es bien sabido que algunos dolores de estómago, síntomas intestinales, dolores de cabeza y cansancio pueden ser consecuencias de factores emocionales, como estrés, duelo -o tristeza- o relaciones personales. A veces resulta difícil de creer, porque ¡son tan reales, y tan fuertes! Sí, existen, son reales, pero su causa no es visceral sino emocional.
Los pacientes con enfermedades crónicas son a menudo conscientes de este problema: la psoriasis o el síndrome de intestino irritable son problemas que se agravan en situaciones de estrés. Pero si no has experimentado síntomas o dolores psicosomáticos puede ser difícil de creer que no hay una causa física. Es como los niños que enferman ante su vuelta al colegio. Y es difícil para el médico tratar estos síntomas: responden mejor cuando se abordan psicológicamente.
5. Todas las actuaciones médicas tienen beneficios Y RIESGOS
Incluso ante la más simple medicación, como por ejemplo un paracetamol, se deberían considerar pros y contras. Cualquier fármaco, cualquier intervención tiene efectos secundarios o algún riesgo asociado. Como el simple acto de cruzar la calle: las probabilidades de que todo salga bien son muy altas, pero requiere atención. En el pasado, los médicos eran más proclives a recetar sin más o a proponer una intervención quirúrgica, pero ahora somos mucho más cautelosos, gracias a que conocemos mejor los efectos secundarios.
El paciente debería asegurarse de que los beneficios del tratamiento superan sus posibles riesgos.

Ni que decir tiene que las medicinas o intervenciones que recomendamos son seguras, pero hay que ser consciente de los efectos secundarios potenciales. Incluso si el riesgo es de 1 entre un millón: podría ser un riesgo que no quisiera correr. Esta es la razón de que antes de la intervención le hagamos firmar su consentimiento, tras asegurarnos de que conoce bien los riesgos.
Por supuesto, si el beneficio es enorme (como el de curar una rotura abierta de una pierna, por ejemplo), el pequeño riesgo de la intervención merece la pena.
Pero si los beneficios no son tan evidentes debe considerar si merece la pena. Yo confío en la medicina y en los procesos que avalan que un fármaco es seguro, pero siempre me pregunto si tomar una medicina es lo suficientemente beneficioso como para obviar el más mínimo riesgo.
Dr. Salvador Pertusa Martínez, Médico de Familia. Director Médico de NetDoctor.