Hepatitis C (inflamación infecciosa del hígado de tipo C)

¿Qué es la hepatitis de tipo C?

Hepatitis es una palabra de origen latino que designa la inflamación hepática. La hepatitis de tipo C es causada por un virus denominado virus de la hepatitis C. Antes de que se descubriera este virus se la conocía como hepatitis "no A no B". Otros tipos de hepatitis viral son la hepatitis A y la hepatitis B.

El virus de la hepatitis C se divide en 6 genotipos, subgrupos según sus diferencias genéticas. En Europa el genotipo (GT) más común es el GT1, y dentro del 1, el GT1b. Cabría destacar también entre los más comunes el GT1a, el GT3 y el GT4. Los genotipos GT2, GT5 y GT6 son menos frecuentes.

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¿Cómo se transmite la hepatitis de tipo C?

El virus de la hepatitis C puede transmitirse de las siguientes maneras:

  • Por contacto con la sangre de una persona infectada.
  • Por relaciones sexuales, aunque el riesgo es muy pequeño.
  • Por transmisión de la madre al niño durante el parto, aunque esta posibilidad es infrecuente.
  • El virus puede adquirirse por pinchazo accidental con una aguja contaminada. Este mecanismo se da sobre todo en personal sanitario.

La hepatitis de tipo C es frecuente en consumidores de drogas por vía intravenosa, debido a la costumbre de compartir agujas contaminadas. También se observa en hemofílicos y en personas que recibieron transfusiones de sangre o derivados sanguíneos contaminados cuando aún no se conocía bien el virus. Desde 1991 toda la sangre obtenida para transfusiones es sometida a análisis de detección del virus C y actualmente el riesgo de transmisión de esta hepatitis por sangre contaminada es insignificante.

No es posible identificar el origen de la infección en aproximadamente la tercera parte de los casos de hepatitis de tipo C.

¿Cuáles son los síntomas de la hepatitis de tipo C?

El tiempo que transcurre entre la exposición a un germen infeccioso y el desarrollo de la enfermedad se llama periodo de incubación. En el caso de la hepatitis de tipo C este periodo dura de uno a seis meses.

Los síntomas iniciales consisten en pérdida del apetito, indiferencia ante los alimentos, náuseas, dolores musculares y articulares y fiebre baja. Más adelante aparece ictericia, que es una coloración amarilla de la piel, las mucosas y las escleróticas (el blanco de los ojos), las heces más claras y orina más oscura de lo normal.

Cuando estos últimos síntomas aparecen, la mayoría de los enfermos empieza rápidamente a sentirse mejor. La duración de la enfermedad suele oscilar entre dos y ocho semanas.

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    Solamente una de cada 10 personas con hepatitis aguda de tipo C presenta síntomas. El 90% restante no presenta síntomas de ningún tipo. Aproximadamente el 70% de los enfermos desarrolla una infección crónica. Los pacientes con hepatitis crónica de tipo C pueden no tener síntomas o experimentar sólo molestias leves, como cansancio, sensación ocasional de peso bajo las costillas inferiores del lado derecho, debido al aumento de tamaño del hígado, así como dolores musculares y articulares.

    Aproximadamente la tercera parte de los pacientes desarrolla cirrosis al cabo de varios años, lo que puede originar insuficiencia hepática y otras complicaciones graves. Por término medio la cirrosis tarda unos 20 años en aparecer desde que se contrajo el virus.

    Antes de que se presente la cirrosis, los pacientes desarrollan fibrosis (en el lugar de las células del hígado se forman células fibrosas que cambian la estructura del hígado), y por lo tanto la gravedad de su enfermedad va a depender del grado de fibrosis: F0 (sin fibrosis), F1, F2, F3 y pacientes cirróticos o F4.

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      ¿Cómo puede prevenirse la hepatitis de tipo C?

      • No comparta agujas ni jeringuillas.
      • No comparta maquinillas de afeitar ni cepillos de dientes con ninguna persona infectada.

      Por desgracia no se dispone aún de una vacuna para prevenir la infección por el virus de la hepatitis C.

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      ¿Qué puede hacer el enfermo?

      • Absténgase de ingerir todo tipo de bebidas alcohólicas si los análisis de sangre indican que la enfermedad está activa.
      • No tome bebidas alcohólicas con regularidad, aunque sea en cantidad moderada, si padece hepatitis crónica C. El alcohol y el virus de la hepatitis C potencian mutuamente su agresividad contra el hígado.
      • Si padece hepatitis crónica debe someterse a controles médicos periódicos.
      • Haga una alimentación variada y equilibrada.

      ¿Cómo se diagnostica la hepatitis de tipo C?

      El diagnóstico se basa en un análisis de sangre que pone de manifiesto la presencia del material genético (ARN) del virus de la hepatitis C o anticuerpos contra el virus de la hepatitis C en la sangre del paciente. Los análisis de sangre orientados a estudiar la función hepática pueden establecer la gravedad de la enfermedad, es decir, el grado de afectación del hígado por el virus.

      En el caso de la hepatitis crónica, puede ser conveniente establecer la gravedad de la enfermedad mediante el estudio al microscopio de un fragmento de tejido hepático. Esto se obtiene mediante una biopsia del hígado.

      Pronóstico

      • La mayoría de los enfermos con hepatitis aguda de tipo C se recuperan clínicamente al cabo de 4 a 8 semanas, pero sólo recientemente se ha logrado una curación cercana al 90% (ver ‘Tratamiento’, a continuación).
      • De no tratarse la enfermedad, alrededor de 1 de cada 300 enfermos desarrollan insuficiencia hepática aguda en el curso de una hepatitis aguda y corren el riesgo de morir a causa de la enfermedad.
      • Las complicaciones más graves de la hepatitis crónica de tipo C son la cirrosis y, en menos casos, el cáncer de hígado. Para que un enfermo con infección crónica por el virus de la hepatitis de tipo C sufra cáncer de hígado es necesario que previamente haya desarrollado una cirrosis.

      ¿Cómo se trata la hepatitis de tipo C?

      El tratamiento de la hepatitis C ha evolucionado mucho desde su descripción. Hasta 2014, el tratamiento estaba basado en interferón en combinación con ribavirina, cuya eficacia estaba entre el 40 y el 60%, dependiendo del genotipo, y con muchos efectos adversos para el paciente.

      Desde 2014 existen fármacos denominados antivirales de acción directa (AADs) que actúan directamente sobre el virus, en particular contra sus proteínas no estructurales, y evitan su replicación. Existen cuatro clases de estos AADs, que se definen por su mecanismo de acción en tres objetivos terapéuticos diferentes: inhibidores de la proteasa NS3/4A, inhibidores nucleósidos de la polimerasa NS5B, inhibidores no nucleósidos de la polimerasa NS5B, e inhibidores de la proteína NS5A.

      Los distintos AADs tienen diferentes potencias y resistencias a mutaciones genéticas, por lo que para una mayor eficacia se utiliza la combinación de varios. En ocasiones se comercializan ya combinados. Los AADs han demostrado una efectividad entre el 90 y el 100% de curación.

      Actualmente, los fármacos más comúnmente utilizados y con mejor eficacia para los distintos genotipos son:

      • Elbasvir/grazoprevir (GT1 y GT4): Zepatier®
      • Ledipasvir/sofosbuvir (GT1, 3, 4, 5 y 6): Harvoni®
      • Ombistavir/paritaprevir/ritonavir con dasabuvir (GT1) o sin dasabuvir (GT4): Viekirax® y Exviera®
      • Sofosbuvir/velpatasvir (pangenotípico): Epclusa®
      • Sofosbuvir con daclatasvir (GT3): Sovaldi® y Daklinza®

      La duración del tratamiento varía entre 8 y 24 semanas, una o dos veces al día, según el fármaco, el genotipo y la gravedad. Es el médico el que decide el tratamiento elegido, en función del estado del paciente (grado de fibrosis o manifestaciones extrahepáticas) y la medicación concomitante (por las posibles interacciones) u otras afecciones de los pacientes.

      En los casos más graves, estos fármacos se pueden combinar también con ribavirina para lograr una mayor eficacia.

      Existen nuevas moléculas que están en fase de investigación y aprobación y que van a suponer conseguir unas eficacias cercanas al 100%, con una reducción tanto del tiempo del tratamiento como del coste de los fármacos.

      Puede leer en más detalle sobre el tratamiento de la hepatitis C en el artículo correspondiente, aquí, del Dr. Pertusa Martínez.

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