Alimentos transgénicos

Pocos asuntos relacionados con el uso de la tecnología genética han organizado tanto revuelo como los alimentos transgénicos. Las organizaciones ecologistas han emprendido distintas campañas alertando de los posibles riesgos que la difusión de dichos alimentos conlleva en la salud de las personas y del medio ambiente, aunque no hay pruebas científicas concluyentes sobre los riesgos sobre la salud.

La soja, el tomate y el maíz son los transgénicos más cultivados.

¿Qué son los alimentos transgénicos?

: Los alimentos transgénicos son los que proceden de plantas modificadas genéticamente mediante técnicas en que el hombre altera el material genético de los organismos (ADN) de una forma artificial, o sea, que no se produce habitualmente en la naturaleza.

Esta tecnología recibe diferentes nombres, como biotecnología moderna, tecnología genética, tecnología de ADN recombinante o, simplemente, ingeniería genética, y básicamente consiste en la transferencia de determinados genes seleccionados de un organismo a otro organismo o incluso a otra especie no relacionada.

¿Por qué se han ideado estos alimentos?

La necesidad de disponer de mayor cantidad de alimentos por el gran aumento de la población mundial y la exigencia de propiciar la producción de alimentos en países en los que las condiciones climatológicas impiden disponer de cultivos durante todo el año -y, en su lugar, poderles proporcionar alimentos en la cantidad y condiciones requeridas- son los principales motivos por los que se han creado estas técnicas de producción de alimentos.

Actualmente hay más de 50 alimentos transgénicos comercializados, la mayoría en EE.UU. y Japón. La Unión Europea, en cambio, mantiene una posición más crítica sobre el cultivo y la comercialización de estos productos.

¿Qué condiciones deben cumplir estos cultivos?

El objetivo inicial para desarrollar este tipo de plantas fue mejorar la protección de estos alimentos, a través de un aumento de las resistencias contra las enfermedades de las plantas causadas por insectos o virus, o a través de una mayor tolerancia a los herbicidas.

Las premisas de seguridad básicas que se exigen a estos alimentos son:

  • que tengan un valor nutritivo equivalente al de la planta no modificada
  • no deben alterar la absorción
  • a largo plazo no deben ocasionar alteraciones genéticas en los consumidores y
  • no deben dar lugar a productos tóxicos ni a alergias.

¿Cómo se determinan los posibles riesgos para la salud humana?

La evaluación de la seguridad de estos alimentos investiga:

  • los efectos directos sobre la salud, es decir, la toxicidad
  • las tendencias para provocar reacciones alérgicas
  • los componentes específicos que se cree puedan tener propiedades nutricionales o tóxicas
  • la estabilidad del gen insertado
  • los efectos nutricionales asociados con la modificación genética
  • cualquier otro efecto que pudiera resultar de la inserción genética.

¿Cuáles son los principales asuntos que interesan a la salud humana?

  • La posibilidad de provocar reacciones alérgicas: no se han encontrado efectos alérgicos en relación con los alimentos transgénicos actualmente en el mercado, tras exhaustivos controles.
  • La transferencia de genes: la transferencia genética de estos alimentos transgénicos a células del cuerpo humano o a bacterias del tracto gastrointestinal podría causar preocupación si el material genético transferido afectara negativamente a la salud humana. Aunque la probabilidad de transferencia es baja, se ha puesto énfasis en el uso de tecnología que no requiera genes de resistencia a antibióticos que podrían ser los más problemáticos.
  • El cruce externo de especies. Recibe esta denominación el desplazamiento de genes de las plantas genéticamente modificadas a los cultivos tradicionales o a plantas silvestres, así como la mezcla de cultivos procedentes de semillas convencionales con los obtenidos utilizando plantas genéticamente modificadas.
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Riesgos para el medio ambiente

  • La posibilidad de que estos microorganismos genéticamente modificados se difundan y potencialmente introduzcan los genes modificados por biotecnología en poblaciones silvestres.
  • Persistencia del gen en la naturaleza una vez cosechadas estas plantas.
  • Susceptibilidad de animales o plantas contra los que no va dirigida la modificación genética del organismo modificado.
  • Estabilidad del gen modificado.
  • Pérdida de variedades tradicionales de cultivo.
  • Aumento del uso de productos químicos peligrosos para el medio ambiente, como el herbicida glifosato en la agricultura.

Controversia en el uso de estos alimentos

La tenaz oposición de las organizaciones ecologistas ha logrado que la Unión Europea no haya concedido en los últimos años ninguna autorización para comercializar organismos genéticamente modificados. En referencia a la salud señalan que los principales riesgos son una menor respuesta a los antibióticos si se ingieren alimentos modificados con genes resistentes a estos fármacos y la proliferación de alergias, además de potenciales riesgos de cáncer. Otro problema especialmente grave se deriva de que muchas de las modificaciones están orientadas a mejorar la resistencia de los cultivos modificados a herbicidas e insecticidas. El aumento del uso de estos productos fitosanitarios puede tener un impacto devastador sobre el medio ambiente.

Los defensores de estos alimentos argumentan que son seguros, que los estudios científicos han probado suficientemente su inocuidad para la salud, aunque los controles se han basado fundamentalmente en la no toxicidad y digestibilidad de estos alimentos, y que la oposición de los ecologistas no es más que alarmismo y miedo atávico e irracional al progreso. Un experto ha llegado a señalar que “los criterios de seguridad que se exigen a las plantas transgénicas serían imposibles de cumplir por muchos otros productos alimentarios de consumo habitual y por productos tan presentes en nuestra vida social como las bebidas alcohólicas, el tabaco, el avión o el automóvil”. Ninguno de los alimentos tradicionales ha pasado pruebas tan rigurosas como las que se vienen aplicando a los alimentos transgénicos.

Por último, señalaremos que para evitar problemas de alergia a estos alimentos, que puedan llegar a ser graves, se ha venido reclamando a las autoridades que obliguen a los productores a consignar en las etiquetas de los alimentos manufacturados todos y cada uno de sus componentes. Las empresas productoras de estos alimentos son reacias, si no se les obliga, a consignar todos esos datos, por la mala prensa que tienen los alimentos modificados genéticamente. Y, cuando lo hacen, no es raro que empleen frases poco comprometedoras como “genéticamente modificado” o “este producto ha sido modificado genéticamente para mejorar su textura”.

Actualmente, la legislación europea establece normas estrictas para el etiquetado preciso de los alimentos y piensos modificados genéticamente. Las etiquetas tienen que informar de todos los productos que procedan de organismos modificados genéticamente, aunque el producto final no contenga ADN o proteínas modificadas. Asimismo, extienden esta obligación a los aditivos alimentarios obtenidos a partir de microorganismos manipulados por ingeniería genética. De esta forma, la normativa garantiza el derecho a elegir del consumidor, al tiempo que proporcionará confianza sobre lo que se compra y come.

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